
La iconografía sobre monstruos, enanos y personajes deformes era muy del gusto de la sociedad renacentista europea y fue muy popular en la corte de Felipe IV. También era conocido el interés de Ribera en representar personajes extraños. Para realzar el naturalismo de la escena, retrata a la mujer italiana, de apariencia misteriosa y a la vez monstruosa, asomando el pecho mientras amamanta al bebé. Se trata de una de las obras pictóricas más curiosas de Europa y una de las más sobresalientes de la colección Medinaceli, tanto por lo curioso de su iconografía como por su soberbia calidad pictórica.
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