En la mitología celta, las deidades del agua eran muy populares y respetadas, ya que el elemento que ellas controlaban era la esencia misma de la vida. En esta mitología, las voluntades de estas deidades se manifestaban en el movimiento espontáneo y a veces impredecible de los manantiales, ríos y lagos. Era muy común que estas deidades recibieran ofrendas, generalmente de armas u objetos de valor.
Las múltiples versiones de la historia artúrica cuentan detalles diferentes sobre el personaje, a veces incompletos o contradictorios.
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